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NOVEDAD EDITORIAL

lunes, 10 de mayo de 2010

Un presidente verde, el legado de Erasmo

Por Gustavo Márquez

Si las encuestas fotografían la realidad colombiana de hoy con la nitidez de una buena toma, es factible que el próximo 30 de mayo el Partido Verde triunfe en las elecciones presidenciales del país de García Márquez, las FARC y los carteles. De concretarse los pronósticos de los gurú del marketing político y electoral, Antanas Mockus (en la foto), podría recibir el mando de Álvaro Uribe y marcar un hecho histórico en la región y por qué no en el mundo: ser el primer presidente “verde” de América Latina. Aún suponiendo que el ex alcalde de Bogotá no logre el máximo objetivo de coronarse Presidente, su performance ya es notable y nada le quitará el legítimo derecho a ser el gran árbitro de la política colombiana de los próximos años, donde una nueva intentona a la presidencia sea un escenario francamente posible para el joven dirigente ambientalista. Al fin y al cabo el propio Lula perdió en varias oportunidades antes de coronarse presidente de Brasil y no son pocos quienes opinan que aquellas derrotas no hicieron sino fortalecerlo y madurar aún más su propuesta. Quiere decir esto también, que en Colombia cristaliza un proceso que aún en la Argentina se encuentra en estado larval (ver nota anterior sobre el tema en este mismo espacio).
Aurelijus Rutenis Antanas Mockus Šivickas, es Magister en Filosofía y Licenciado en Matemática y Filosofía en la Universidad de Dijón (Francia), con especialidades revalidadas en varias universidades y un doctorado Honoris Causa, fue dos veces electo alcalde de Bogotá y su mirada sobre la realidad política sobre la que debe intervenir es de una instancia superadora “debemos aprender de las mejores experiencias que hayan producido las gestiones tanto a derecha como a izquierda y mejorarlas”, expresó recientemente el candidato. Antanas, como lo llaman los militantes verdes colombianos que lo eligieron en comicios primarios abiertos y de una limpieza ejemplar, se desmarca de una clase política que llevó a un país como Colombia al borde de la insustentabilidad. Nada me impresionó más en mi experiencia sobre el secesionismo, que la fría descripción de un académico colombiano que circunstancialmente era mi jefe en un proyecto internacional. “Las FARC tienen cargados en sus notebooks, la situación fiscal de cada ciudadano de Colombia a través de los números de documento (como lo hace cualquier agencia impositiva de los países más organizados del mundo). Si tú circulas en una carretera controlada por las FARC (2 de cada 3 de Colombia), los retenes guerrilleros te paran y te exigen el pago de un impuesto revolucionario que es proporcional a tu situación fiscal. Si no pagas pasas a estar detenido hasta que algún familiar o quien sea que se responsabilice por tí, deposite el dinero en la forma y el sitio que las FARC te lo indiquen”. Este diálogo fue en 2002 y desde entonces desconozco cómo esta situación ha continuado. Sobre semejante realidad es factible que gobierne una administración comandada por un descendiente de lituanos y con una plataforma que toma principios de las distintas cumbres ambientales pero principalmente de la última que tuvo lugar en Johannesburgo y cuya convocatoria invoca los principios del Desarrollo Sostenible. De eso se trata y para eso no todos están preparados, sobre todo si pretenden transformar una realidad desde la óptica y con las herramientas que nos llevaron al actual estado de cosas.
Si la visión sobre la cuenca Matanza Riachuelo, es la que tiene la tradicional ingeniería sanitaria o hidráulica, que entiende que todo se soluciona con una planta de tratamiento, no se ha entendido nada. Si se piensa que el cambio climático se frena velando a un muerto que está cada vez más vivo como el petróleo, menos todavía se ha comprendido la magnitud de lo que debe enfrentarse. Si se continúa con los “paradigmas cero” (basura cero, emisiones cero, contaminación cero), sólo se estará gobernando para el regocijo de los que pretenden volver a dormir a 3/4 partes de la humanidad bajo el atraso y la pobreza, ya obscenas por otra parte. Para animársele a modelos de tamaña injusticia social, exclusión, adicciones e insustentabilidad ambiental, sólo puede partirse de una visión integral con dirigentes de formación y espíritu renacentista donde la filosofía y la matemática moldeaban la matriz de pensamiento de las clases dirigentes. Hacen falta dirigentes que entiendan de dos dimensiones que el 99 por ciento de ellos no sabe de qué se trata: la complejidad y la trasversalidad. Eso es lo que empezó a cambiar hace varios años en buena parte de la dirigencia alemana (donde los verdes cogobiernan con distintos aliados coyunturales), también en países como los escandinavos, algunos sectores de Japón, Italia, Francia, España y varios estados de los EE.UU (California por ejemplo), que tan magníficamente grafican las presentaciones de Al Gore cuando en un mapa gigante de la Unión, marca con estrellas rojas aquellos estados que ya han incorporado el paradigma ambiental.
La humanidad siempre ha necesitado de grandes sueños para producir las mejores gestas (preguntarle sino a los seguidores de Martin Luther King o del Mahatma Ghandi), esos sueños legitiman la sustitución de paradigmas y dan sentido a la existencia humana cuando ésta ha perdido sus referencias ideológicas de libertad, igualdad y fraternidad, las 3 banderas que la revolución francesa plantó para siempre. Armar un modelo de sustentabilidad da sentido a la política exterior, a la economía, a la distribución del territorio, a la investigación científica, al uso de la tierra, a la administración de los recursos hídricos e incluso, a actividades meramente lúdicas como el turismo. Trabajar en función de este paradigma integral da sentido a la vida, porque funda un nuevo humanismo como el de aquellas épocas pre renacentistas donde Erasmo de Rotterdam marcó época incomodando a las pesadas estructuras medievales con obras como "Manual del Soldado Cristiano", también traducido como "La Daga de Cristo". Allí este gran provocador afirmaba que “el mal se oculta dentro del formalismo, dentro del respeto ciego por la tradición, dentro del consumo innecesario, dentro de las organizaciones que se niegan a cambiar”.
Ojalá Colombia, sea la primera estación y Antanas el mejor ejemplo de un gobernante que se animó a tomar riesgos, en pos de ese nuevo humanismo que tanto se necesita.

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