Por David Cohen (*)
Pasa el tiempo y la Cuenca Matanza Riachuelo (CMR), nos sigue observando acostumbrada a este diálogo de sordos. Esta sociedad en su conjunto y no solo sus dirigentes, sigue sin entender de qué trata la problemática ambiental en general y de la CMR en particular, como si fuese un trámite habitual que se resuelve con las habitualidades, o pensando que con discursos grandilocuentes basta, o dictando leyes o decretos, o creando organismos, o tantas otras habitualidades.
Algún funcionario pensó que en mil días podría resolver el problema, lo cual independientemente de lo simbólico, se trata de un mensaje a la sociedad que potencia el vaciamiento de contenido en relación a la complejidad y profundidad de la problemática. La sociedad discutió luego la banalidad de los mil días y su emisor, en lugar de tratar lo profundo. Se ignora también lo que significa que la contaminación en la CMR tenga una antigüedad de cuatrocientos años. Mientras tanto las soluciones basculan entre la “visita de los inspectores” y la “gran obra pública”. Más de una docena de organismos tienen jurisdicción en la CMR y todos sus actores terminan organizando la “visita de los inspectores”. La sociedad mientras tanto, solo reacciona cuando tiene una cámara de televisión. Todos actúan y nadie resuelve nada, y además nadie colabora para que alguno lo haga. Se ha llegado al extremo donde un funcionario demostró no tener la menor idea de su rol ante la situación y ante el planteo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Más de lo mismo
Esta sociedad no se ha preguntado aún a quien le interesa realmente resolver el problema de la CMR. Para qué va a resolverse allí el problema si vive un alto porcentaje de los trabajadores en negro, desocupados y la síntesis de la marginalidad, conformada también por un alto porcentaje de productores en negro, además de decenas de vaciaderos clandestinos. Lo que debe tenerse en claro es que la problemática de la CMR es una fotografía del país y de nosotros como Sociedad. No es una mera casualidad que a muy pocos les interese la cuestión, y que ninguna administración, en cualquiera de sus niveles haya acertado o se haya encaminado a resolver la cuestión. La ineptitud explica parte de la cuestión.Más aún la dirigencia hace sistemáticamente todo lo necesario, para que la solución se ubique lo más lejos posible de su quehacer.
Un efluente que se emite implica múltiples recursos que se dilapidan y cuando los flujos adquieren la dimensión que observamos, significa que las empresas están dilapidando dichos recursos en volúmenes exorbitantes. Estos recursos de algún lado salen, son tributados por la sociedad de diversos modos en forma directa o indirecta. Uno de los modos es la evasión de impuestos, otro la elusión de impuestos, y otro es la privatización de las ganancias y socialización de las perdidas o costos. En realidad todas las opciones juegan simultáneamente.
Por otro lado debemos tener claro, que en la CMR tenemos habitantes y no ciudadanos, y esta no es una diferencia menor, pues esto se traduce en menores costos, menores exigencias de atención, y además una menor visibilidad por parte de los ciudadanos de la urbe. Es decir un habitante de la CMR tiene menores grados de libertad, en relación a un ciudadano, todo lo cual se traduce en recursos cuya administración es más sencilla y controlable.
A partir de lo aquí expresado podríamos concluir o concebir a las empresas de la CMR, como actores no éticos o proveedores de bienes y servicios, cuyas conductas son desleales, dado que acceden a los mercados con costos y precios sensiblemente menores, pues las empresas estarían realizando, entre otras maniobras, dumping social y dumping ambiental.
Indudablemente los mercados van a reaccionar y el escenario no deseado se va a verificar, es decir las empresas deberán cerrar sus puertas o reconvertirse, para poder seguir operando y accediendo a los mercados, todo lo cual implicará o se traducirá en que muchas familias se queden sin sustento al ser despedidos los trabajadores. Esto independientemente de cuan poderosas sean las empresas en el orden local.
La sociedad padecerá inevitablemente las consecuencias por partida doble, pues por un lado sufrirá la pérdida de puestos de trabajo, y por otro lado sufrirá las consecuencias de una intolerable contaminación de su hábitat. Es decir el argumento esgrimido por la dirigencia en general, centrado en la necesidad de tolerar la contaminación con el objeto de preservar los puestos de trabajo, se revelará como lo que es, una falacia insostenible.
Como podemos observar la problemática es compleja y la solución también es compleja, pues por un lado se requiere un acuerdo político de todos los actores y factores de poder y por otro lado tener claro que tal solución afecta a un modelo de producción y un modo de hacer negocios. La solución tendrá implicancias de todo tipo que excederán el ámbito de la CMR. Hasta ahora el Estado ha fracasado. ¿Podrán los actores privados asumir su rol y encaminar una solución mediante el uso de otras herramientas?.
(*) Ingeniero, presidente de la Comisión de Higiene y Seguridad en el Trabajo y Medio Ambiente del Consejo Profesional de Ingeniería Industrial.
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