Por Gustavo Márquez
La agitación de las aguas mediáticas y sociales en torno a la actividad minera, reclama abrir las distintas capas de análisis que puedan encontrarse en ese otro gran yacimiento que es el de la opinión pública. Tal vez el que más importe a buena parte de los actores en juego. La batalla por ganar para cada uno de los sectores en pugna, es la de “qué piensa la gente”. Y la gente arma sus juicios de valor, con la información de la que dispone, que en la mayoría de los casos es insuficiente y además extremadamente sesgada. No es de extrañar siguiendo el razonamiento, que menos que juicios de valor, lo que se forma en el común de las personas son prejuicios. Cómo entender si no, que se abrume desde el discurso único de la agitación ambientalista con conceptos instalados que lejos de ser leyes indiscutibles, son precisamente prejuicios, a saber:
-“La minería consume agua que pone en riesgo la provisión de ese vital elemento natural para las poblaciones circundantes a esos emprendimientos”. Error, contesta el ingeniero Néstor Cevinelli, de la Universidad Nacional de San Juán (Diario Tiempo Argentino del 29-01-2012, pág. 6): “los tres proyectos mineros de Gualcamayo, Veladero y Casposo de mediana envergadura, consumen el 0,8% del agua de toda la provincia de San Juan y equivalen a las necesidades de riego de una explotación de 80 hectáreas de parrales para producir vino”. Para el lector interesado, aportamos otro dato de consumo hídrico: en su época de máxima producción y derroche de consumo de agua, la Curtiembre Yoma ubicada en Chilecito –La Rioja-, muy cerca de la conflictiva y mediática Famatina, aplicaba a su proceso productivo 7 millones de litros de agua por día a mediados de la década de los 90 (datos suministrados a quien escribe por profesionales que trabajaron en dicho establecimiento y que por razones de resguardo de fuentes se mantienen en reserva)
- “Los glaciares andinos son los mayores tanques de agua de la Argentina” (muy utilizado por Fernando Solanas en sus continuas diatribas ambientales) Falso: el mayor tanque de agua de la Argentina, atendiendo a la cantidad de población que se sirve del mismo es el Río de la Plata y sus tributarios el Paraná y Uruguay, que registran fuerte presencia de fósforo y otros contaminantes derivados de la agricultura (Fte.:Análisis de Diagnostico Transfronterizo del Proyecto de Protección Ambiental del Río de la Plata y su Frente Marítimo –FREPLATA- www.freplata.org). Cabe agregar que según el mismo ingeniero Cevinelli, “la agricultura contamina 560 veces más que la minería” (Diario Tiempo Argentino del 29-01-2012, pág. 6)
-“Podemos prescindir del oro pero no del agua”. Sofisma utilizado por la diputada Victoria Donda, cuya premisa es falsa de inicio (por eso la conclusión es un sofisma), ya que el oro no es el único metal que motiva a los emprendimientos mineros. Buena parte de esos emprendimientos mineros andinos se propone la explotación de un nuevo paradigma, el de las Tierras Raras. Esta categoría comprende a un conjunto de minerales que paradojalmente se aplican a la fabricación de productos ecológicos, como el auto híbrido japonés Prius, que según Miguel Grimberg (Diario Tiempo Argentino, 29/01/2012, pág. 26) “en cada unidad emplea 30 kilos de Tierras Raras”, o el caso también citado por Grimberg “de los imanes de alta potencia de las turbinas eólicas”, tan apreciadas y propagandizadas por la multinacional ambientalista Greenpeace. Muchas de esas turbinas eólicas, como las que fabrica el grupo Pescarmona en Mendoza, necesitan de vitales componentes de Tierras Raras, para funcionar y llenar de regocijo a los militantes verdes.
Podría citarse también el caso del litio, que es esencial para la industria de la telefonía celular por su presencia en las baterías de los dispositivos móviles, pero también en las pilas y baterías de computadoras personales y por si no se sabe… en los marcapasos.
Desinstalar los prejuicios no invalida reconocer en la minería una actividad cuyo potencial contaminante debe regularse y controlarse con la ley en la mano, pero no más ni menos que otras actividades productivas como el curtido de cueros, la agricultura, la ganadería, la actividad avícola y hasta el turismo que no por carecer de chimeneas deja de ser también un potencial impacto negativo para los ecosistemas.
Finalmente cabe darles la bienvenida al sector ambiental a tantas vacas sagradas del periodismo criollo que tras cubrir los escándalos de la farándula veraniega, abordan con tanta profundidad y solidez una agenda tan importante como la ambiental, sabiendo que el papel sobre el que vuelcan sus pontificias opiniones proviene de los bosques de Júpiter y que no hay ningún interés cruzado de esos grupos comunicacionales con actividades contaminantes. Podemos dormir tranquilos, estamos en buenas manos y sabemos que vamos ganando la batalla, ¿no Chiche?
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