Cuando percibas que hace falta la comunicación, tal vez sea tarde para hacerlo


NOVEDAD EDITORIAL

lunes, 26 de abril de 2010

PUBLICIDAD Y AMBIENTE, EL TEMA ES EL CONSUMO Y LA PRODUCCIÓN MÁS LIMPIA


Por Gustavo Márquez

Una estremecedora y envolvente respiración que acompaña el latido de la contaminación sobre la Amazonia; un grupo de deudos llevando sobre sus hombros el cadáver de un…árbol; un escalador profesional que asciende vertiginosamente sobre una montaña… de chatarra automotor; un agonizante y encorvado ser vivo que toce y se sacude al compás del aire contaminado y resulta ser… un árbol. Los creativos publicitarios, han generado siempre mi más sana envidia a partir de haber entendido gracias a las clases de semiología en la UNC y a los textos maravillosos de George Peninou, los códigos tan particulares del arte publicitario. Sí, ese mismo arte que uno admira anualmente en la celebrada entrega de los premios Clío (el Oscar de la publicidad), exuberante de ingenio, creatividad y humor. Claro que todo ello no significa ignorar que la publicidad en su versión tradicional, es la herramienta más eficaz de un emblema del capitalismo: el consumo. Esa publicidad y ese consumo que en el video La Historia de las Cosas, (que se puede ver en este mismo blog), son duramente señalados como los responsables (junto a otras causales), de un futuro sombrío para la humanidad en materia de contaminación y desigualdad social. “Si todo el mundo tuviese los mismos niveles de vida y consumo que los EE.UU, harían falta 5 planetas”, recita Annie Leonnard la autora intelectual de este video que es ya un clásico de los audiovisuales sobre Desarrollo Sustentable. Millones de personas (internautas sobre todo), han convertido a The Story of Stuff, en uno de los videos más requeridos por los visitantes de la red. Pero como soy de los que piensan que en la misma matriz de los problemas, anidan algunas soluciones, no puedo dejar de apreciar que en la realización de La Historia de las Cosas, como de gran parte del documental Una Verdad Incómoda y de las campañas audiovisuales de Greenpeace, sus mayores créditos autorales corresponden a… publicistas y estrategas de comunicación. Allí se usan las mismas técnicas fuertemente apelativas y, a veces, fronterizas con el golpe bajo, que se utilizan en la publicidad que nos promete “un paraíso” de la mano de ese mismo aire acondicionado que puede liberar gases peligrosos para la atmósfera.

QUÉ SE CONSUME, ESA ES LA CUESTIÓN…

Después de todo, nobleza obliga, la publicidad no tiene por qué ocultar que su objetivo supremo sea la venta de un producto o servicio determinado. Lo que aprendimos a partir de Peninou, Roland Barthes y otros más, es que la publicidad tiene muchas veces, un solapado metamensaje por el cual quien compre un automóvil importado alemán de alta gama, no sólo está adquiriendo ese preciado bien sino un estilo y modo de vida. “Pertenecer tiene sus privilegios” dice un reconocido eslogan de una tarjeta internacional de crédito. Es ese el nivel sobre el que hay que concentrar el fuego de la sustitución de paradigmas. Es también el cruce de caminos en donde coinciden la necesidad legítima de una persona (de transportarse) y el deseo de esa misma persona (de ser referenciado como un integrante más de determinado y exclusivo círculo social). Consumo y desarrollo sustentable pueden convivir, pero lujo y desarrollo sustentable, no. “Mientras Europa y particularmente Japón, trabajaron décadas y décadas en el desarrollo de automóviles energéticamente más eficientes, nuestras fábricas siguieron con los seis cilindros y los V-8, como si no pasaran nada. Ahora el mundo nos castiga”, palabras de un recién asumido Barak Obama ante los directivos de General Motors, en la misma audiencia donde se evaluaba qué medidas tomar ante el colapso del gigante automotriz de Detroit, líder mundial de su actividad hasta que fuera desplazada de la cima (un año antes de la crisis de 2008), por Toyota. ¡Damas y caballeros, bienvenidos al mundo del Consumo Sustentable!

jueves, 22 de abril de 2010

A propósito del Día de la Tierra, el rol de los ciudadanos y el liderazgo


Por Gustavo Márquez

Crece desde el pié dicen los versos que alguna vez escuché de maravillosas voces como las de Alfredo Zitarrosa primero y la entrañable Negra Sosa después. Desde el pié o desde la base social para decirlo mejor, se instalan los grandes temas en la agenda pública y el Día de la Tierra es uno de sus mejores y más contundentes ejemplos. Pero ello no significa ser ingenuos y no advertir que hace falta un liderazgo, una conducción que sepa surfear sobre ese estado incipiente de opinión pública y encause esa enorme energía que se concentra en torno a determinado eje. En el caso del Día de la Tierra, fue el entonces senador demócrata por Wisconsin, Gaylord Nelson (ver foto en esta columna), quien un 22 de abril de 1970 protagonizó una épica a la que se sumaron dos mil universidades, diez mil escuelas primarias y secundarias y centenares de comunidades a lo largo y ancho de los EE.UU. Según cronistas de época “La presión social tuvo sus logros y el gobierno de los Estados Unidos creó la Environmental Protection Agency (Agencia de Protección Ambiental) y una serie de leyes que fijan los estándares de cumplimiento para no agredir los recursos naturales” Por eso dije en la columna anterior sobre el fallo de la Corte de La Haya en relación con el caso Botnia, que lo más importante es que esto haya servido para marcar un antes y un después en la relación entre los ciudadanos y la agenda ambiental.

Y EL PILOTO, DÓNDE ESTÁ

La pregunta es qué liderazgos asoman en el firmamento de la política ambiental rioplatense, ya que el caso Botnia ha impregnado la escena binacional. Por lo menos en la Argentina, desde el retorno de la democracia en 1983 a la fecha, no se registra ningún referente de suficiente peso específico a nivel político, que haya tenido la visión o al menos la intuición, de advertir que en el tema ambiental hay una enorme potencialidad. De las entrañas mismas de la clase política local, no ha surgido alguien como Gaylord Nelson o mucho más acá, como Al Gore, capaz de enarbolar el paradigma ambiental y hacerlo correr en los rieles de la educación, la economía, la ciencia, los servicios (donde anidan nada menos que los bancos y las aseguradoras), la política exterior y sobre todo… la comunicación. Más aún, no tengo la menor duda de que el tan declamado “proyecto de país” que tanto reclaman personajes del más amplio arco político, tendría un camino más corto y seguro de elaboración, si quien liderara esa construcción intelectual fuera un dirigente profundamente consustanciado con el desarrollo sustentable. Por cierto, esa sustentabilidad no es la que declamara Anne Krugger aquella nefasta funcionaria del FMI que atando la sustentabilidad solo a lo financiero, llegó a afirmar que los países defaultedos (como la Argentina del 2001), podían quebrar (y tras cartón disolverse). El Desarrollo Sustentable del que se habla aquí es el que ya en 1987 y en el trabajo de parto de la EcoRío 92, el Informe Bundtland subrayara como aquel que “satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones”.

El lugar está vacío, la sociedad civil ha comenzado a marchar también aquí y quién conducirá este tránsito, más que una pregunta, es un desafío.

martes, 20 de abril de 2010

AUNQUE LA HAYA NO SEA EL PARAÍSO…

Por Gustavo Márquez

La Clase Obrera va al Paraíso, es un film representativo del más clásico cine político italiano, que tuvo la rara virtud de desdramatizar el complejo mundo de las relaciones laborales. Como en la recordada película de Elio Petri en la que Gian María Volonté personifica a un pulcro obrero metalúrgico, cuya vida cambia para siempre a partir de un accidente laboral, puede decirse que a partir del “caso Botnia” y mal que le pese a quien le pese, hay de aquí en más un antes y un después. La divisoria la marca justamente, la toma del puente internacional que une Argentina con Uruguay por parte de la población de Gualeguaychú. Aquel nublado día de 2006, marcó la irrupción de la sociedad civil en el escenario nacional y el ascenso del tema ambiental en la agenda pública. Tras ello se desencadenó un proceso que jerarquizó el rango de la misma Secretaría de Ambiente de la Nación y derramó hacia las jurisdicciones locales, con una catarata de secretarías ambientales que emergieron sobre la faz de la tierra gubernamental, aún en los municipios menos pensados. ESTE ES EL GRAN RESULTADO POSITIVO QUE DEJA EL CASO BOTNIA. El fallo de la Corte de La Haya pertenece a otra dimensión que no es menor, pero que no incide ni puede modificar un proceso ya puesto a rodar: la construcción de ciudadanía en el camino al ejercicio pleno de derechos civiles que son insoslayables.
Habitualmente se cae en el lugar común de que la Argentina está 20 años atrás en la política ambiental, respecto de los países del Norte. Aún tomando esto bajo beneficio de inventario, bueno es repasar que en aquellas latitudes, ha sido la sociedad civil la que desempeñó un rol central, al cristalizar en opinión pública muchas de las banderas que izaron los ecologistas primero y los ambientalistas luego. Si se lo ve desde el prisma de la Comunicación el eje Botnia-Gualeguaychú-La Haya,también permitió romper un círculo vicioso en el que a falta de interés de los ciudadanos, había escaso registro por parte de la política y un nulo impacto en los medios de comunicación. El caso Botnia rompió ese círculo vicioso y permitió trazar las primeras huellas de un círculo virtuoso en el que la dirección de los vientos comenzó a cambiar y entonces la locomotora de la opinión pública arrastró a los vagones de gobiernos, medios y por qué no también, de las empresas. Así se desandó el camino en Europa y los EE.UU y así parece que ocurrirá aquí también. Como siempre, …¿como nunca?