La presencia del director de cine Oliver Stone en la tórrida y húmeda selva colombiana, para filmar la frustrada entrega de los rehenes prometida por la narcoguerrilla de aquel país, no debería extrañar. Stone es uno de esos intelectuales que se complacen en incomodar a los halcones republicanos de los EE.UU. En lo personal puedo abundar en detalles sobre ello, ya que tuve en su momento el privilegio de entrevistar al director de Pelotoon, en ocasión de que viniera a la Argentina a presentar la película que definitivamente marcaría su línea de separación con lo más impresentable de la política norteamericana: la película JFK, un mix de ficción y documental que reconstruye con minuciosidad, la saga del magnicidio ocurrido en Dallas en 1963, cuando quedara trunca la vida y la carrera política del presidente más controvertido de la Unión: John Fitzgerald Kennedy. De esa producción que ganara el Premio Oscar al mejor montaje (donde se mezclan con maestría escenas reales con reconstrucciones ficcionadas), recomiendo especialmente volver a la escena del diálogo entre un agente secreto americano (personificado por el actor canadiense Donald Sutherland) y el entonces fiscal Garrison (personificado por Kevin Costner). Es todo un manifiesto sobre cómo funcionan los factores de poder en la gran democracia del norte. Cuando le pregunté a Stone sobre cómo había logrado poner en evidencia lo apócrifo de la teoría oficial sobre un sólo tirador (y un sólo asesino) en el caso JFK, me respondió que había empleado más de 5 años en investigar con un equipo de colaboradores, documentación desclasificada de distintas fuentes (que por lógica no reveló ni revelará jamás). Stone sabe de historias donde los buenos y malos no están de un solo lado, antes de ser director se hizo conocer en el mundo de Hollywood con su magnífico y escalofriante guión para al filme Expreso de Medianoche.
Stone está en la misma línea de otros incómodos librepensadores como Tom Wolf, Truman Capote, y más acá Michael Moore. Narrando sobre la sórdida historia de un ciudadano preso de una guerra entre facciones paraestatales de inteligencia, incursionando en la traumática guerra de Vietnam, como hundiendo el dedo sobre el magnicidio más enigmático del siglo XX, como lo fue el asesinato de John Kennedy, Stone demuestra basicamente dos cosas que explican su presencia en la selva colombiana de hoy: primero, es un intelectual verdaderamente comprometido con su tiempo (frase hecha en otras décadas pero pocas veces a la medida de este caso) que además tiene el valor de jugarse sin importarle otra cosa que la búsqueda de la verdad histórica y segundo, tiene muy en claro, como me lo dijo en aquella tarde de entrevista en el Hotel Alvear, "que si los EE.UU quieren seguir liderando en Occidente deben desprenderse de las lacras internas que amenazan a su sociedad". No es poco
Stone está en la misma línea de otros incómodos librepensadores como Tom Wolf, Truman Capote, y más acá Michael Moore. Narrando sobre la sórdida historia de un ciudadano preso de una guerra entre facciones paraestatales de inteligencia, incursionando en la traumática guerra de Vietnam, como hundiendo el dedo sobre el magnicidio más enigmático del siglo XX, como lo fue el asesinato de John Kennedy, Stone demuestra basicamente dos cosas que explican su presencia en la selva colombiana de hoy: primero, es un intelectual verdaderamente comprometido con su tiempo (frase hecha en otras décadas pero pocas veces a la medida de este caso) que además tiene el valor de jugarse sin importarle otra cosa que la búsqueda de la verdad histórica y segundo, tiene muy en claro, como me lo dijo en aquella tarde de entrevista en el Hotel Alvear, "que si los EE.UU quieren seguir liderando en Occidente deben desprenderse de las lacras internas que amenazan a su sociedad". No es poco
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