Por Gustavo Márquez
En el mundo hipercomunicado de
hoy, la variable ambiental puede funcionar como una válvula de escape para
descomprimir, pero también puede ser el principal factor de desestabilización. ESTA ES LA LECCIÓN QUE NO PUEDE IGNORAR “LA
NUEVA YPF”
Desde que se blanqueó la
iniciativa que finalmente pueda cristalizar en la expropiación de las acciones
de Repsol, comenzaron a tejerse todo tipo de conjeturas sobre la “nueva YPF”.
La primera cuestión que se lanzó desde diversas usinas fue la aparente
dicotomía entre un presunto modelo chavista y un esquema mixto (inspirado en la
gestión desarrollada en su momento por José Estenssoro). Como siempre en estos
casos, se asomaron algunos sofismas que nos depositan en una falsa opción. Valga señalar al respecto que Hugo Chávez
acaba de anunciar la profundización de su alianza estratégica con China, para
llegar al millón de barriles de crudo sacados de las entrañas de la cuenca del
Orinoco. A esos sofistas, la vertiente boba del modelo se les escurre como agua
entre las manos. Pero más allá de esas
consideraciones sobre la “nueva YPF”, se filtraron algunos datos de la realidad
con los que se encontraron las avanzadas de la intervención y su cabeza de
playa en la sede de Repsol/YPF en Buenos Aires.
Amén de los registros de lobistas, algunos de cuyos nombres corrieron
como reguero de pólvora entre las redacciones de propios y extraños, también se
sabe que hay suficientes evidencias sobre el absoluto desprecio que la alta
gerencia española de la petrolera, venía manifestando respecto del área
ambiental de la compañía.
Iguazú y Guanabara
Todos los datos, incluidos los
que se vertieron en la columna anterior sobre el Caso Neuquén, son hasta acá parte de la solución al
problema. MAÑANA MISMO, NI BIEN EL CONGRESO DÉ APROBACIÓN AL PROYECTO DE
EXPROPICACIÓN ENVIADO POR EL EJECUTIVO, LA VARIABLE AMBIENTAL PUEDE ALISTARSE
EN LA FILA DE LOS PROBLEMAS.
Ya que se habla de modelo y como
también se sabe que Petrobras es uno de los espejos donde se miran los nuevos
directivos de YPF, sería bueno desempolvar dos hechos traumáticos que padeció
la petrolera brasileña con pocos meses de intervalo
En enero de 2000, la rotura de
un ducto de Petrobras ocasionó el derrame de algo más de un millón de litros
de crudo en la bella Bahía de Guanabara en Río de Janeiro. Seis meses
después, en julio de 2000, un importante derrame de alrededor de 4 millones
de litros de crudo, se desencadenó sobre la cuenca del Río Iguazú amenazando
con llegar a las mismas Cataratas que brasileños y argentinos compartimos
sobre el mencionado río. El episodio llevó más de 10 días para ser controlado
y se originó en un desperfecto en la refinería Getulio Vargas de Petrobras,
ubicada en la ciudad de Araucaria. El dato es que un tiempo antes de esta
catástrofe, la misma Refinería había sido impulsada para recibir el Premio
Nacional a la Calidad, por su performance en el cuidado ambiental. El estado brasileño aplicó entonces una multa de 56 millones de
dólares a Petrobras, pero ello no impidió que la empresa se sumergiera en una
fuerte discusión interna que la llevó a profesionalizar aún más su management.
Opte por un modelo de gestión u otro, la nueva
YPF no puede correr el riesgo de perder el gran capital con el que nace: el
de una marca muy querida por los argentinos (por eso Repsol no pudo quitar a
YPF como imagen de marca de sus estaciones de servicios en la Argentina).
Pero atención que aquello que costó muchos años conquistar, puede perderse en
segundos y una vez roto ese contrato social, no se restablece fácilmente.
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