Por Gustavo Márquez
La demostración de fuerza (otra
más), que el pasado jueves 24 hiciera Ricardo Lorenzetti, al inaugurar la
Oficina Ambiental de la Corte Suprema de Justicia, donde nucleó a propios y
extraños para dar otra impecable pieza oratoria, en este caso sobre las
distintas asignaturas pendientes que se registran en la política ambiental
argentina, volvió a dividir aguas entre lo que vengo denominando el sistema
mediático formal y la sociedad.
Desde que se perfilara entre los
80 y entrados los 90, un acentuado, silencioso y no menos importante proceso de
recambio de dueños en los tradicionales medios de comunicación, nada sería
igual bajo el sol de la información y opinión mediatizadas a nivel local. Para
los jóvenes que hoy se inician en el periodismo, resulta una extravagancia
tomar lista de apellidos como Goar Mestre, Romay, Neustadt, Timmerman,
Cascioli, Ramos, Remonda, García Hamilton, Cetrá, Moyano, Marín, Naya y muchos
más del campo audiovisual y gráfico. Todos ellos fueron reemplazados por fondos
de inversión o holdings de quienes no se conoce a sus VERDADEROS DUEÑOS
Alguna vez supe acompañar a un
importante representante diplomático de los EE.UU a una reunión con el entonces
responsable de RRII de un multimedios muy poderoso de la Argentina, el tema era
por demás conspirativo y me extraña que no haya aparecido en los “argenlinks”:
la realización de un seminario de capacitación para periodistas sobre un tema
en extremo peligroso: el ambiente (disculpen porque les deberé por siempre el
“medio”, a pesar de todos los esfuerzos por imponerlo por parte de la RAE). Ese
señor de apellido ruso, nos despidió con un aleccionador comentario sobre la
titularidad de los medios y su futuro: “el tema es interesante pero tenemos que
consultar porque es también un tema delicado, yo diría estratégico y en tal
caso tenemos el deber de consultarle esto a nuestros socios principales:
Goldman Sachs”.
Sepan respetar mi respeto por las
fuentes pero quien desee más información sobre el tema, con el debido resguardo
de esas fuentes, no tiene más que solicitarla. Las empresas periodísticas, de
acá y del mundo entero, perdieron hace rato el norte de la opinión pública y
más que informar al soberano, lo entretienen. Nos tienen entretenidos con lo
urgente y nada se dice de lo importante y lo peor es que eso mismo vienen
haciendo con complicidades diversas, repartidas entre los poderes del Estado y
la industria, nada cultural, del entretenimiento.
En el caso de la Corte, hay un
quiebre en esa perversa utilización de la zanahoria mediática y es la propia
institución que rige los destinos de la Justicia, la que ha comenzado a evitar
las intermediaciones de esos comedidos que hacen un deporte del juego del
teléfono descompuesto. Viene ocurriendo con la televisación de las Audiencias
Públicas más trascendentes, convocadas por el máximo tribunal como el caso de
las que se realizaran a propósito de la ejecución del fallo por el caso de la
contaminación de la cuenca Matanza Riachuelo y también, asistimos a una
impecable televisación de la audiencia pública previa al fallo por la
constitucionalidad de la Ley de Medios. En ambos casos la Corte saltó por
encima de los “comedidos” y puso sobre la epidermis de la sociedad lo que cada
parte y sus testigos, decidieron argumentar en favor de cada postura. Sin
cortes comerciales ni imágenes editadas tendenciosamente.
Luego del sonoro ninguneo que el
sistema mediático oficial, ha propinado a un acto histórico como el del jueves
24, prácticamente obviado por los formadores de opinión audiovisual de mayor
raiting, sería bueno revisar si tan nobles intenciones como las de crear la
Oficina Ambiental de la CSJ, no mereceN una estrategia de comunicación que
actúe como un cros en la mandíbula de
la sociedad, tal como lo reclamaba y definía Roberto Arlt a la misión de sus
aguafuertes porteñas publicadas en aquel Crítica de Natalio Botana.
Tan reiterada como lucidamente,
Lorenzetti subrayó en su mensaje ante un auditorio calificado que colmó los dos
salones dispuestos a tal fin, que es necesario trabajar en la educación para
que el cambio de actitud de los ciudadanos ante la situación preocupante del
ambiente, sea de abajo hacia arriba. De esta manera, el sistema político se
verá obligado a actuar aunque más no sea por imperio de las circunstancias, es
lo que palabras más o menos expresó el presidente de la CSJ.
Que desigual combate es el que
debe librar la educación si se toma nota de lo asimétrico de las fuerzas en
pugna. Por cada mensaje sobre reciclaje y ahorro de recursos naturales que
pueda enviar el sistema educativo, a nuestros niños, adolescentes, jóvenes y aún
adultos, les llegan miles de autos que vienen por el carril contrario.
La ley de la obsolescencia
programada de los productos y el paradigma del “eres lo que tienes”, resultan
imparables, potentes, graníticos. La batalla también está perdida en el mundo
mediático donde los mensajes ya no se envían direccionalmente, se viralizan.
Los mejores escribas deben competir con los neurotransmisores de 140 caracteres
del verbo más conjugado: el twittear.
La constatación más cruel de lo
dicho es que el propio discurso de Lorenzetti, parece a estas horas un papiro
del Museo Británico, pronunciado por Humboldt. De ese tambo sacan su leche los
dirigentes que se amontonan en alianzas electorales, que según ellos no son
electorales sino programáticas y ninguno puede exhibir un solo apellido de
prestigio cuando se les pregunta por su referente ambiental.
Rara elipsis de un país donde las
matrículas de las universidades públicas y privadas registran un aascendente
curva de inscriptos para carreras de grado y especialidades de posgrado sobre
temas ambientales.
Ni Orwell en sus noches más
febriles, podría haber descripto un panorama tan paradojal donde los comedidos
e intermediadores de la información van para un lado y la sociedad para otro