Cuando percibas que hace falta la comunicación, tal vez sea tarde para hacerlo


NOVEDAD EDITORIAL

lunes, 28 de abril de 2014

QUIEN QUIERA OÍR QUE OIGA

Por Gustavo Márquez
La demostración de fuerza (otra más), que el pasado jueves 24 hiciera Ricardo Lorenzetti, al inaugurar la Oficina Ambiental de la Corte Suprema de Justicia, donde nucleó a propios y extraños para dar otra impecable pieza oratoria, en este caso sobre las distintas asignaturas pendientes que se registran en la política ambiental argentina, volvió a dividir aguas entre lo que vengo denominando el sistema mediático formal y la sociedad.
Desde que se perfilara entre los 80 y entrados los 90, un acentuado, silencioso y no menos importante proceso de recambio de dueños en los tradicionales medios de comunicación, nada sería igual bajo el sol de la información y opinión mediatizadas a nivel local. Para los jóvenes que hoy se inician en el periodismo, resulta una extravagancia tomar lista de apellidos como Goar Mestre, Romay, Neustadt, Timmerman, Cascioli, Ramos, Remonda, García Hamilton, Cetrá, Moyano, Marín, Naya y muchos más del campo audiovisual y gráfico. Todos ellos fueron reemplazados por fondos de inversión o holdings de quienes no se conoce a sus VERDADEROS DUEÑOS
Alguna vez supe acompañar a un importante representante diplomático de los EE.UU a una reunión con el entonces responsable de RRII de un multimedios muy poderoso de la Argentina, el tema era por demás conspirativo y me extraña que no haya aparecido en los “argenlinks”: la realización de un seminario de capacitación para periodistas sobre un tema en extremo peligroso: el ambiente (disculpen porque les deberé por siempre el “medio”, a pesar de todos los esfuerzos por imponerlo por parte de la RAE). Ese señor de apellido ruso, nos despidió con un aleccionador comentario sobre la titularidad de los medios y su futuro: “el tema es interesante pero tenemos que consultar porque es también un tema delicado, yo diría estratégico y en tal caso tenemos el deber de consultarle esto a nuestros socios principales: Goldman Sachs”.
Sepan respetar mi respeto por las fuentes pero quien desee más información sobre el tema, con el debido resguardo de esas fuentes, no tiene más que solicitarla. Las empresas periodísticas, de acá y del mundo entero, perdieron hace rato el norte de la opinión pública y más que informar al soberano, lo entretienen. Nos tienen entretenidos con lo urgente y nada se dice de lo importante y lo peor es que eso mismo vienen haciendo con complicidades diversas, repartidas entre los poderes del Estado y la industria, nada cultural, del entretenimiento.
En el caso de la Corte, hay un quiebre en esa perversa utilización de la zanahoria mediática y es la propia institución que rige los destinos de la Justicia, la que ha comenzado a evitar las intermediaciones de esos comedidos que hacen un deporte del juego del teléfono descompuesto. Viene ocurriendo con la televisación de las Audiencias Públicas más trascendentes, convocadas por el máximo tribunal como el caso de las que se realizaran a propósito de la ejecución del fallo por el caso de la contaminación de la cuenca Matanza Riachuelo y también, asistimos a una impecable televisación de la audiencia pública previa al fallo por la constitucionalidad de la Ley de Medios. En ambos casos la Corte saltó por encima de los “comedidos” y puso sobre la epidermis de la sociedad lo que cada parte y sus testigos, decidieron argumentar en favor de cada postura. Sin cortes comerciales ni imágenes editadas tendenciosamente.
Luego del sonoro ninguneo que el sistema mediático oficial, ha propinado a un acto histórico como el del jueves 24, prácticamente obviado por los formadores de opinión audiovisual de mayor raiting, sería bueno revisar si tan nobles intenciones como las de crear la Oficina Ambiental de la CSJ, no mereceN una estrategia de comunicación que actúe como un cros en la mandíbula de la sociedad, tal como lo reclamaba y definía Roberto Arlt a la misión de sus aguafuertes porteñas publicadas en aquel Crítica de Natalio Botana.
Tan reiterada como lucidamente, Lorenzetti subrayó en su mensaje ante un auditorio calificado que colmó los dos salones dispuestos a tal fin, que es necesario trabajar en la educación para que el cambio de actitud de los ciudadanos ante la situación preocupante del ambiente, sea de abajo hacia arriba. De esta manera, el sistema político se verá obligado a actuar aunque más no sea por imperio de las circunstancias, es lo que palabras más o menos expresó el presidente de la CSJ.
Que desigual combate es el que debe librar la educación si se toma nota de lo asimétrico de las fuerzas en pugna. Por cada mensaje sobre reciclaje y ahorro de recursos naturales que pueda enviar el sistema educativo, a nuestros niños, adolescentes, jóvenes y aún adultos, les llegan miles de autos que vienen por el carril contrario.
La ley de la obsolescencia programada de los productos y el paradigma del “eres lo que tienes”, resultan imparables, potentes, graníticos. La batalla también está perdida en el mundo mediático donde los mensajes ya no se envían direccionalmente, se viralizan. Los mejores escribas deben competir con los neurotransmisores de 140 caracteres del verbo más conjugado: el twittear.
La constatación más cruel de lo dicho es que el propio discurso de Lorenzetti, parece a estas horas un papiro del Museo Británico, pronunciado por Humboldt. De ese tambo sacan su leche los dirigentes que se amontonan en alianzas electorales, que según ellos no son electorales sino programáticas y ninguno puede exhibir un solo apellido de prestigio cuando se les pregunta por su referente ambiental.
Rara elipsis de un país donde las matrículas de las universidades públicas y privadas registran un aascendente curva de inscriptos para carreras de grado y especialidades de posgrado sobre temas ambientales.

Ni Orwell en sus noches más febriles, podría haber descripto un panorama tan paradojal donde los comedidos e intermediadores de la información van para un lado y la sociedad para otro