Las causas para explicar semejante desarrollo estratégico local hay que buscarlas en varias cuestiones como el enclave geográfico, las condiciones climáticas, pero sobre todo hay un punto en el cual se trabaja muy poco no sólo a nivel local sino también a nivel nacional: la visión. Ese "a dónde vamos" que casi nadie proyecta a nivel de conjunto. Tener una visión significa tener objetivos de mediano y largo plazo, trazar estrategias, pensar en las futuras generaciones. Ser menos oportunistas e intuitivos y más estadistas. Eso define las mayores probabilidades de éxito y es casi una divisoria de aguas en la política argentina. Un escenario en el que nadie proyecta obras que inaugurarán otros, en donde se busca el efectismo mediático de la obra pública y no su necesidad como apoyo estratégico de desarrollo. Esta visión no sólo es carencia en el ámbito público sino también en el privado. No pocos caerían en la tentación de afirmar que algunas grandes corporaciones multinacionales el resto de las empresas sólo piensan en el más estricto "hoy". Sin embargo hay suficientes ejemplos de pequeñas y medianas empresas que reman en dirección opuesta como la fábrica de válvulas que desde la misma Rafaela, provee esa pieza mecánica nada menos que a la fábrica Ferrari. Este ejemplo tumba dos mitos: 1) que las PYMES no tienen buen control de calidad y 2) que no les resulta sencillo soportar una planificación productiva impuesta por una industria de punta.
Pero volviendo al concepto de lo local como contraespejo de lo nacional, el caso Rafaela puede replicarse en otras partes del planeta como en la misma costa oeste norteamericana, allí está el pujante estado de California, que según se sabe desde hace tiempo, si se escindiera de los EE.UU, se ubicaría entre las 7 economías más grandes del mundo. Volviendo a nuestro país, podríamos interrogarnos qué sería de la provincia de Córdoba, si esos dos gigantes de la agroindustria como lo son Arcor y Aceitera General Deheza, decidieran mudarse a otra plaza fuera de los límites mediterráneos.
El objetivo de esta columna no es hacer una apología secesionista, sino instalar una idea que hoy es más un disvalor que un valor: la importancia de fortalecer el desarrollo estratégico local. En el camino de lograr ese objetivo, seguramente tropezaremos con aquel dilema (tal vez falso), que plantea si es mejor privilegiar el desarrollo nacional para que éste arrastre por contagio a los desarrollos locales o si en cambio es preferible apostar a que sea la suma de estos últimos, lo que consolide al escenario nacional.